Mathías, un soñador sin límites
Mathías y su madre han sido el claro ejemplo de que todo aquel que quiere, puede lograr lo que se proponga. A sus 12 años de edad, él disfruta pasar tiempo en la cancha de fútbol con sus amigos, celebrando cada gol y la victoria del equipo ganador. Juntos, juegan hasta que cae la tarde y es hora de regresar a casa, para dormir, recargar energías y prepararse para un nuevo día de aprendizajes.
Aunque, para muchos niños, estudiar suele ser aburrido, Mathías se divierte en el colegio y su materia favorita es ciencias sociales, pues conocer sobre otros países se ha convertido en una de sus grandes pasiones. Además, ha soñado con ir mucho más allá, no solo viajando alrededor del mundo, sino también llegando al espacio, porque desde ahora, se visualiza como un gran astronauta.
Para él, no hay sueños imposibles de cumplir, desde sus primeros años de edad, aprendió a desplazarse con sus prótesis de Mahavir Kmina, de las cuales ha recibido once a lo largo de su vida. El pequeño ha podido crecer jugando, corriendo, saltando y estudiando, así como se imagina en el futuro, desempeñándose en la profesión que elija, porque su amputación nunca ha representado un impedimento para continuar con una vida feliz y activa.
“El niño nació con un problema en los pulmones, y como le tenían que poner droguita, le pusieron muchas inyecciones, las cuales perforaron una vena y una arteria, haciendo que las dos sangres se juntaran”, narraba Sandra, la mamá de Mathías, a través de la llamada, añadiendo, “el pie se le iba hinchando y aunque lo curaron de los pulmones, el pie seguía hinchándose. A los quince días, consulté con un pediatra y me dijo que tenía que ponerle pañitos calientes con sal y cubrirlo bien, pero a los dos meses, el pie seguía empeorando”.
Fue así como todo empezó y a pesar de que Sandra hacía todo lo que estaba en sus manos para asegurar el bienestar del pequeño, de tan solo 2 meses y medio de nacido, se le sumó una gripa inesperada, por la que tuvo que ser hospitalizado nuevamente. En esta ocasión, ella no se iría del hospital hasta que revisaran y estudiaran qué era lo que pasaba en el pie del bebé, se negaba a volver a casa sin una respuesta y una solución, “le dieron de alta por la gripa, ya se había aliviado, pero seguía lo del pie, empezaron a hacer una cosa y la otra y después decían que un pie era más gordo que otro y cada vez que creciera, un pie iba a engordar más que otro”, explicaba la madre, asegurando que no era una malformación congénita, sino la consecuencia de la negligencia médica que vivieron durante casi cuatro meses.
Una fístula en una de sus arterias y una de sus venas, fue el resultado que encontraron, cuando finalmente le realizaron la resonancia magnética. Como tratamiento, los médicos decidieron cerrarla a presión, pero después de tanto tiempo, ya no era posible a través de este método, que además implicó un fuerte dolor que el niño tuvo que soportar, por lo que requerían la intervención por parte de un médico vascular periférico especialista en niños, con el cual no contaban en el hospital, pues todos estaban enfocados en adultos y al ser un tema delicado por lo sucedido anteriormente, ninguno se atrevía a atenderlo.
Sandra no dudó un solo segundo en poner una tutela, para exigir sus derechos y que uno de los médicos especialistas del hospital, se hiciera cargo del caso de su hijo, porque para ella no era una opción trasladarse con su pequeño hasta Bucaramanga. Al día siguiente y con la tutela a su favor, fue remitido a otro hospital, donde tres médicos especialistas revisaron exhaustivamente el pie de Mathías, y conjuntamente, determinaron que una cirugía ambulatoria podría ser la solución. Debido a todo el tiempo perdido, en el que no se atendió adecuadamente la hinchazón del pie, la cirugía no tuvo el éxito esperado.
Un día más tarde, fue intervenido nuevamente, debido a la gangrena que se hacía cada vez más evidente, “al otro día tenía el piecito negro, negro, porque la sangre se le cuagulaba y le intentaban salvar el pie, porque todo lo que le ponían en la fístula al niño se le cuagulaba”, contaba Sandra, mientras continuaba con la historia a través del teléfono, agregando, “a él le sacaban venas de un lado y de otro, tiene varias cirugías y como era en la inglecita e intervención en venas y arterías, la sangre se le cuagulaba”. En la cirugía, el médico le implantó una vena artificial, para darle paso a la sangre, pero esta opción tampoco funcionó.
En vista de que no se obtuvo el resultado esperado, la única solución fue amputarle la pierna. Aunque como expresa Sandra, “para mí, firmar el consentimiento fue muy difícil”, con el apoyo del equipo de psicólogos, quienes la acompañaron durante su proceso de duelo, tuvo la convicción de que debía aceptar la situación y firmar el documento que daría la autorización para la cirugía. Para ella, lo más importante era salvar la vida de su pequeño, pues estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos y no tenía más alternativas que superar una nueva cirugía, esta vez para la amputación de su pie.
Las intervenciones continuaron, antes de poder iniciar su proceso de recuperación, debían pulir el hueso de su pierna, lo que le permitiría lograr una mejor rehabilitación en el futuro y fue así como se llevó a cabo, abriéndole la posibilidad de usar una prótesis. Por fortuna, Sandra se enteró de la existencia de Mahavir Kmina, una entidad sin ánimo de lucro que fabrica, adapta y dona prótesis de piernas. No dudó ni un solo segundo en contactarse para solicitar la prótesis de su hijo. Desde que era un bebé, la Corporación ha hecho parte de su proceso de rehabilitación y crecimiento, brindándole una prótesis anualmente.
Gracias a los cuidados de su madre y sus incalculables gestiones para velar por el bienestar de Mathías, él se ha convertido en un niño soñador, capaz de lograr todo lo que se propone. Además, durante su crecimiento, se ha convertido en un gran ejemplo para sus amigos y compañeros del colegio, poco a poco, ha ido inspirando a muchos niños, mostrándoles que su condición no representa ninguna limitación y cuando le preguntan por algo sobre su prótesis, con orgullo la exhibe y responde a las inquietudes de sus compañeros, como aquel día, como contaba entre risas, “por ejemplo, ahora, un amigo me dijo: ¿a esa prótesis no se le acaba la pila? y yo le dije que no, que no necesitaba pilas para funcionar”.
Su mayor deseo para el futuro es siempre salir adelante, conformar una familia, ir al espacio y ser astronauta o un futbolista profesional. Él y su familia, saben que contarán con el apoyo de Mahavir Kmina y les hace una invitación a todas aquellas personas que se encuentran en el proceso de rehabilitación, “no les dé miedo, igualmente, con la prótesis y la ayuda de Mahavir Kmina podrían volver a caminar”.
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